Me parece que la cultura tecnicista, mercantilista y consumista no ha sido capaz de plantearse adecuadamente las cuestiones que la modernidad ha querido afrontar: violencia de todo tipo (fraternidad), pobreza e injusticia social (igualdad), opresión (derechos humanos) y degradación ambiental (preservación). Hay cuestiones que por su naturaleza la técnica no puede resolver, simplemente porque se fundamenta en paradigmas muy distintos a los de las ciencias sociales. La técnica funciona, hace que las cosas funcionen, pretende que todo funcione, cumpla su función una vez conectado y accionado. Sin embargo, no podemos pensar que las personas funcionen, que el medio ambiente funcione, que las relaciones sociales “funcionen”. Actualmente estamos más conectados que nunca, pero esto no significa que seamos más fraternos por esto, sino todo lo contrario, parece ser que en tiempos de hiperconectividad el aislamiento y el individualismo, con todo lo que conlleva, han aumentado. Hace falta otra forma de ser y estar en el mundo; de relacionarse y de actuar en la sociedad.
Por mucho tiempo hemos oído expresiones del tipo “cada uno cuide de su vida” y sus variantes. En el imaginario colectivo, cuando se pregunta ¿Quién cuida de la sociedad? Viene la respuesta: “no lo sé, imagino que el gobierno, pero no yo”. El deterioro ambiental con todas sus consecuencias nos ha hecho despertar para realidades y valores que habían quedado en el olvido dentro de un sistema dominado por lógica del mercado. Entonces poco a poco empezamos a oír expresiones del tipo “tenemos que cuidar del planeta”, “cuidemos de la naturaleza”, “cuidemos de las generaciones futuras”. El cuidado pasó a ser una categoría más presente en nuestras vidas y en nuestro vocabulario.
Pero el cuidado no es solamente una cuestión de acciones hacia el externo para protegernos de posibles daños o catástrofes ambientales y climáticas, es principalmente una forma de estar en el mundo; de contrarrestar el excesivo hedonismo posmoderno. El autocuidado, el cuidado de los que están cerca y de los que están lejos; el cuidado de los que conocemos y de los desconocidos; el cuidado del medio ambiente, el cuidado del bien común como una necesidad que añoramos todos, pero para la cual despertamos poco a poco. El cuidado como fundamento de la lectura, interpretación e intervención de la realidad que me circunda.
Porque creemos en el valor del cuidado, es que lo elegimos como tema de nuestra capacitación para las Organizaciones de la Sociedad Civil con las que colaboramos. Ayudarnos a romper con lo que nos inmoviliza y entrar en la dinámica creativa del cuidado como nuevo factor de movilización en toda su dimensión, hacia las dinámicas internas y acciones externas de las organizaciones. Cuidarnos, cuidar y ser cuidados puede llevarnos a incidir con más fuerza sobre la realidad partiendo de una dimensión olvidada por la mentalidad mercantilista pero fundamental para nuestra existencia: la fraternidad. Cuidamos porque creemos en un mundo en el que haya lugar para todos, donde nuestras organizaciones sean una presencia viva de fraternidad. Parafraseando a Leonardo Boff: “Cuando amamos cuidamos y cuando cuidamos amamos”.
Israel Coelho Freitas – Encargado de formulación de proyectos en Sumá Fraternidad