Fresco. Usá siempre ingredientes frescos, porque saben más rico. Es decir, evitá el “copia y pega”, aprovechá lo que observaste recientemente y no tengas miedo de intentar soluciones novedosas.
Centrado en los gustos del destinatario. Fijáte en los gustos de quiénes tengan que consumir el proyecto: los destinatarios finales, los colaboradores, los donantes, para que responda a sus expectativas (desde luego, priorizando a los más vulnerables).
Sencillo. Elegí algo simple, no te compliqués con demasiados “sabores” (contenidos u objetivos). Los proyectos muy cargados suelen ser poco comprensibles.
Estacional. Cada plato tiene su estación. Usá contenidos coherentes con el momento presente.
Bien presentado. Pero, no cuidés solamente los contenidos: de la misma manera tomá en cuenta que los buenos platos se comen también con los ojos.
Creativo. Experimentá recetas nuevas y aprendé de las novedades que proponen los demás. Armar proyectos, igual que cocinar, es redivertido.
Fruto de la perseverancia. La experiencia es importante. Respirá y sé paciente, con los demás y con vos mismo. Tomáte el tiempo de aprender de tus errores.
Y, al final, no te olvidés que un buen proyecto tiene que:
– ser “nutritivo”, o sea debe brindar un aporte concreto a la solución de una problemática,
– y estar hecho con mucho “amor”, el ingrediente secreto que nunca puede faltar.
Alguien dirá que así es muy fácil, que todos pueden armar proyectos de acción social. Sí, es verdad: con compromiso y esmero, todos pueden armar proyectos.
Fuente del afiche: http://elenazanella.wordpress.com/2012/04/13/7-consigli-utili-per-un-fundraising-che-e-una-delizia/