Retomo las publicaciones en el blog, luego de haberme dedicado unos días a la redacción de un proyecto para el BID. Esta vez comparto información sobre un recurso que me parecen imprescindible al momento de elaborar proyectos: el
Programa Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina.
Su página contiene información actualizada y muy pertinente para fundamentar proyectos sociales, visto que su objetivo central consiste en estudiar, evaluar y monitorear el estado del desarrollo humano y social en la Argentina a partir de parámetros normativos nacionales e internacionales, considerando que el incumplimiento de tales normas constituye una medida de la “Deuda Social”.
Las ONGs y sus comunidades de referencia experimentan a diario los alcances de la problemática de la pobreza, la marginalidad, la desintegración social y la desigualdad económica; gracias a sus investigaciones, el Observatorio brinda datos y herramientas conceptuales que pueden sugerir alternativas de intervención, favoreciendo el desarrollo de políticas y acciones orientadas a la superación de tales problemas, a favor de los sectores más vulnerables de la sociedad.
En unos de los últimos informes, por ejemplo, se lee que a pesar de las crisis económicas y financieras, hubo entre los años 2004 y 2010 un balance positivo de la situación laboral argentina, evidenciando un aumento del empleo de calidad y una disminución del desempleo, gracias especialmente a un crecimiento económico sostenido y a políticas laborales protectoras que propiciaron la generación de empleo registrado: en ese período el porcentaje de trabajadores con empleo pleno de derechos pasó del 28 al 41%, mientras que la desocupación pasó del 18,8% al 10,7%; también disminuyó la proporción de empleo precario en el total de la población activa (de 38,1 a 36,7%) y de los ocupados en subempleos inestables (de 15,1 a 11,5%).
Sin embargo, la misma entidad destaca que estos indicadores no fueron favorables con la misma intensidad para el total de la población y comprobó inequidades a raíz del estrato social, el nivel educativo alcanzado y el género, algunas de las cuales se detallan a continuación:
– el 16,1% de los activos del estrato social muy bajo pudieron obtener un empleo pleno, mientras que sí lo obtuvieron un 63,2% de los del medio alto;
– el 21% de los activos del estrato social muy bajo sólo consiguieron subempleos inestables frente al 1,6% de los del estrato medio alto que se encontró en la misma situación;
– el 30% de los activos que no llegaron a culminar los estudios secundarios alcanzaron un empleo de calidad, mientras que sí lo consiguieron un 54,5% de los de secundario completo y más;
– el 35,9% de las mujeres tenía acceso a un empleo pleno de derechos, frente al 44,5% de los varones, mientras que el 40,5% de las mujeres económicamente activas podían acceder sólo a un empleo precario, frente al 34,1% de los varones.
Me parecen informaciones muy interesantes al momento de formular un proyecto, especialmente si vemos en la generación de empleo un eje de acción para que las ONGs puedan realmente favorecer la salida de comunidades vulnerables del círculo vicioso de la marginalidad. Son datos que también hacen reflexionar sobre la importancia de implementar acciones de equidad de género y de impulso de la educación formal, y demuestran una vez más la interconexión de todas esas variables.