En respuesta a mi entrada del otro día, he recibido de mi amigo Andrés Porta, muy experto en este ámbito, varias observaciones. Las comparto de manera casi textual, porque me parecen muy acertadas.
«Como comentario general, respecto a las tecnologías que pueden utilizarse, una cuestión central es que sean apropiadas, es decir que puedan seguir siendo utilizables a lo largo del tiempo y que no suceda, como lo demuestra la experiencia argentina reciente de los 90, e incluso la histórica, una importantísima inversión inicial que luego debe seguir sosteniéndose con erogaciones cuantiosas (repuestos pseudos-expertos, royalties, etc.), que termina en poco tiempo dejando de usarse. La otra cuestión, que llegue a toda la población, privilegiando los sectores más vulnerables o marginados.
Por otro lado hay muchísima experiencia en este sentido a distintos niveles por aquí, incluso muchas ideas y proyectos en uso en Europa tienen origen en cabezas de esta parte. Antes de largarse a buscar afuera, creo que resultará útil y gratificante recorrer las posibilidades locales. Hoy muchas empresas de construcción utilizan criterios ecológicos, de eficiencia energética y de reciclado en su diseño y construcción.
Luego, incluiría esta propuesta dentro de las propuestas de adaptación al cambio climático, cuando se hace el planteo general y la fundamentación, porque ese contexto es fundamental pensando en la calidad de vida de la población: inundaciones, fuertes lluvias, olas de calor, etc.
Pensando nuevamente en nuestras ciudades, la propuesta esta muy buena también como organizadora de la oferta de servicios públicos, hoy insuficientes y colapsados: tratamiento de los residuos sólidos urbanos, organización del tránsito vehicular y la contaminación generada en el aire dentro y fuera de la ciudad, hoy buenos aires es un gran caos de tránsito, ni hablar de la autopista BA-La Plata: replantear los servicios de agua, luz, gas de red, cloacas, etc.
Sin embargo, todo esto es completamente secundario sino logramos modificar nuestras pautas consumistas actuales, que nos convierten a cada uno de nosotros en verdaderos “energívoros” (te robé el término), campeones del “úselo y tírelo”, sin esa batalla ganada, todo lo demás es sumamente anecdótico, y este aporte se puede construir también desde nuestra ciudadela (de hecho hay muchas iniciativas al respecto), porque además aquí en nuestras pampas, el vínculo con la naturaleza sigue vivo, es valorado y es una experiencia cotidiana.
Como marco general hay que pensar en recuperar, fortalecer y poner en luz la relación con la naturaleza. En esto hay experiencias interesantísimas, como el relevamiento (escrito y fotográfico) de aves que “habitan” la mariápolis y de árboles. Con algunos se piensa armar un recorrido “ecológico” para las visitas mariápolis.
También hay que ser coherentes con las actividades agrícolas y productivas de allí: qué se siembra, qué tecnología se usa (sobretodo cómo se aplican los pesticidas), qué tratamiento damos a los efluentes de las industrias, qué hacemos con los residuos orgánicos e inorgánicos. Al respecto, hay algunas cosas resueltas: lo orgánico se lleva a un criadero de chanchos, lo inorgánico se separa y se clasifica, sin resolver la ecuación económica (costo de transporte hasta Junín vs., lo que pagan por ello).
Resulta muy costoso el consumo de gas, porque la red todavía no se concretó, y porque como vos decís los edificios (sobretodo Campo Verde) son viejos y armados sin el concepto de ahorro energético. No creo que sea así Villa Blanca.
En el pasado, también se propuso colocar paneles solares en algunas casitas para empezar, e incluso planteamos colocar un aerogenerador; faltaría trabajarlo un poquito más y armar el proyecto.»