Compartimos con ustedes algunas reflexiones sobre los ecos de la Cumbre de los Pueblos desarrollada entre el 20 y 22 de junio en Rio de Janeiro.
Según lo destacado por la prensa de Rio +20 no se sacan grandes conclusiones, la cumbre de los pueblos ha sido según algunos especialistas una oportunidad perdida. Basta leer el documento final “nuestra visión común” y la reacción es casi inmediata, ¿y para esto era necesario hacer una cumbre?
Sin embargo nos interesa destacar algunos conceptos allí tratados. Recientemente señalábamos que la sustentabilidad se ha convertido en un indicador importante para el desarrollo. No hacemos más que escuchar ésta palabra en todas sus salsas, sustentabilidad con equidad, sustentabilidad con recursos naturales, sustentabilidad con inclusión, sustentabilidad con crecimiento. Tan importante, que ya no se puede hablar de desarrollo si no se lo acompaña con la palabra sustentable. Otro término que está compitiendo con sustentable, es que ahora también es importante hablar de Felicidad.
Resulta que el mismo PNUD propone un importante cambio de paradigma en materia no solo de medición, sino que éste cambio también se convierte en un indicador fundamental para ser tenido en cuenta en el diseño de políticas. Se trata de concebir que nuestras sociedades además de bienes de consumo, deban producir equidad, dignidad, felicidad y sostenibilidad. En palabras de la actual administradora del PNUD, Helen Clark: “la equidad, la dignidad, la felicidad y la sostenibilidad” son elementos fundamentales de nuestras vidas que no están presentes en el actual índice de “Producto Interno Bruto (PIB)””, índice a través del cual se mide actualmente el desarrollo de las naciones.
Nos interesa destacar como algo positivo la incorporación de estas dimensiones, ya que se convierten en un marco teórico a través del cual poder diseñar políticas. Si los estados se comprometen a este tipo de desarrollo, debiéramos suponer que el diseño de sus políticas lo favorecerá
Pero tal vez la sensación de oportunidad perdida esté dada por una interesante paradoja que queda implícita. Hasta el momento, el crecimiento económico era el principal indicador del desarrollo, luego se vio que si no se distribuía, el desarrollo era para algunos pocos, de ahí el desarrollo equitativo, ahora resulta que los recursos disponibles no son inagotables, por lo tanto el modelo de producción debe tener en cuenta el factor medio ambiente. Así llegamos al desarrollo sustentable, quiere decir el bienestar de la generación actual sin comprometer el bienestar de la generación futura.
En un mundo donde la mayor parte del consumo está concentrada en unos pocos, hacer que todos podamos consumir a ese nivel hace que sea insostenible pensar en un futuro para las próximas generaciones. Entonces si la cuestión, es una cuestión de consumo, ¿Qué pasaría si todos los presidentes salieran a defender un cambio cultural en el consumo? ¿Qué diría el señor mercado?
Es una situación política compleja, algún presidente se animó a decirlo, es necesario que dejemos de ser gobernados por el mercado y lo empecemos a gobernar. Para ello señalaba que es necesario un cambio cultural y político. Pensar un modelo de civilización en el cual la calidad de vida del hombre ocupe el primer lugar. Los problemas medioambientales son consecuencia de un modelo de civilización consumista por lo tanto depredadora.
Si trabajamos hacia un modelo de civilización que piense en el hombre no como un ser capaz de consumir, sino también como un ser capaz de dar y de consumir en función de su relación con otros, algunas reglas culturales podrían cambiar. Los diferentes modelos de economía social y comunión emergente apuntan a una transformación de este tipo. El desafío es sin dudas grandísimo, si las pautas de consumo cambian no hay dudas que el crecimiento no sólo no está en peligro, sino que corre el hermoso riesgo de orientarse hacía un crecimiento en la calidad de vida humana.
Aquí retomamos el concepto de felicidad, un nuevo indicador del desarrollo, a nosotros nos gustaría hacer un giro más en la ecuación. ¿Por qué es importante el desarrollo? Porque importa la calidad de vida humana, la felicidad. Por lo tanto la principal protagonista de la ecuación es la felicidad humana. Un giro de este tipo no es solo cuestión para aportar nuevas ecuaciones a la economía, sino que se trata de contribuir a que las próximas declaraciones de las cumbres de los pueblos no sean una lista de buenas intenciones, sino de medidas económicas, políticas y culturales que acompañen la sustentabilidad de la felicidad humana.